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Cuando se trata de poder, la familia supone un impulso importante, incluso un apoyo y cómplice más por conseguirlo. House of Cards nos presenta dos planos de estructura familiar diferentes a través del matrimonio Underwood y de la situación amorosa del congresista Peter Russo.

Como estructura protagonista,  Frank y Claire Underwood se presentan como una pareja que ronda los 50 años de edad; casada y sin hijos, en la que prima la incansable aspiración y consecuente búsqueda de poder (carácter más propio de Frank), donde dicho fin justificará todos los medios.

En un entorno de alto poder adquisitivo y lujoso, ambos se compaginan de la mejor manera para ir subiendo de escala. El poder de influencia con el que ya cuenta Frank le permite encontrar inversores para la empresa de su esposa, al igual que éstos inversores intentan cooperar con la fundación para recibir a cambio favores de la mano de Francis.

En la otra cara de esta complementación, al tener una imagen de personajes públicos, la aparición de cualquier escándalo en relación con alguno de los dos, salpicaría al otro inevitablemente.

Llega un punto en el que Claire se siente utilizada por Frank para conseguir sus objetivos (insaciable y anhelado poder); ha despedido a media plantilla y ha rechazado grandes donaciones en pro de los intereses de su marido, que se muestra inamovible en cualquier materia que afecte a sus objetivos.

Los amantes también tienen un espacio dentro de este matrimonio, de hecho ambos tienen una actitud aparentemente permisiva y comprensible en la que su amor mutuo resulta (aparentemente) incuestionable.

Claire acude a su amante cuando se siente incomprendida o profundamente indignada con Frank, y este mantiene una relación con una periodista en la que no caben las razones emocionales; se trata de una relación en la que ambos sacan partido en sus respectivos ámbitos laborales.

El carácter frío y la fuerte unión son la base de esta asociación más que matrimonio, y hará que supere las dificultades que se le presenten.

Por otra parte, en House of Cards encontramos al congresista Peter Russo, que mantiene una relación de amante (que irá evolucionando y consolidándose) con su secretaria Christina Gallagher.

El carácter de ambos es totalmente opuesto; Russo es un hombre despreocupado, con antecedentes de alcoholemia, prostitución y consumo de cocaína, mientras que Christina se muestra como una figura responsable, que advierte a Peter del nefasto futuro que le espera si sigue manteniendo sus costumbres.

Peter es padre separado: sus hijos se ven afectados por su conducta desenfrenada; Russo no les presta la atención que necesitan, además de ser objetivo de burlas en el colegio por la mala fama de su padre. Llega un momento en el que a raíz de una dura decisión política, el congresista sufre una recaída alcohólica y deja a sus hijos solos con la inesperada compañía de Christina, que después de cuidar a los niños, abandona a Peter Russo al ver una relación incapaz.

Esto supone un punto de inflexión para Peter, donde el propio Frank Underwood le pone en la misma bandeja el suicidio o la posibilidad de convertirse en Gobernador con la condición de mantenerse sobrio un mes.

Russo se rehace y vuelve con Christina, que ya con una relación de noviazgo, se convierte en coordinadora y supervisora de la nueva campaña de Russo, apoyada por el congresista Underwood.

El juego de poder es un juego solitario en la mayoría de los casos, y resulta nefasto mezclar las emociones con los objetivos profesionales. En un momento de la serie Claire nos descubre que al pedirle Frank matrimonio le advirtió que si buscaba la felicidad escogiese a otro hombre. La frialdad y la profesionalidad de esta peculiar pareja suponen un plus muy importante en su carrera hacia el poder.

En el caso de Russo, al dejar interferir sus emociones en su trabajo el desgaste es mucho mayor. Peter no solo pierde a una novia, pierde todo el apoyo que brinda una secretaria como Cristina, y estos factores suponen su recaída en el alcohol.


No mezcles los sentimientos con lo laboral. 

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